Dios te conoce desde siempre, aun desde antes que creara el universo;
tiene un conocimiento amplio y específico de tu biografía. Nada de ti está oculto ante él.
“Oh Jehová, tú me has examinado y
conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde
lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis
caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua y he aquí,
oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste
tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo
puedo comprender. Salmo 139:1-6. Dios conoce tu
historia de principio a fin. Te vio cuando estabas en el vientre materno,
estuvo pendiente de tus primeros pasos y de todos los que posteriormente darías
en cada etapa de tu vida. Conoce tus decisiones equivocadas, así como sus
consecuencias. Entiende perfectamente
tus frustraciones y tus éxitos. Sabe
cuáles son tus debilidades y tus fortalezas.
En fin, no hay nada que desconozca de ti. Conoce tu record. No hay nada oculto ante su presencia. Te
conoce desde toda la eternidad; y a
pesar de este conocimiento tomó la iniciativa para constituirte en una “lámpara
luminosa”, para que con su luz alumbres el mundo. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad
asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone
debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en
casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:14-16. Esa es la razón fundamental por la que te creó.
No hay otra que la supere; sin embargo, este honroso privilegio no termina
aquí, va más allá de las fronteras del tiempo y del espacio. Te
eligió para que vivieras en unión con él para siempre. “El Espíritu mismo
da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados... Porque
a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que
llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también
glorificó” Romanos 8:16-17, 29-30.
Dios ha prometido
que sus escogidos no se echarán a perder;
aunque para ello tengan que pasar por procesos disciplinarios intensos y
dolorosos; aunque al igual que el “hijo pródigo” tengan que comer de las
algarrobas de los cerdos. “Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os
dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni
desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina,
y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os
trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero
si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces
sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres
terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos
mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por
pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que
nos es provechoso, para que participemos de su santidad” Hebreos 12:5-10. Dios
preserva a sus escogidos para grandes propósitos, aunque para ello sea necesario
pasar por una intensa disciplina. Recuerda
algo: La disciplina divina es para corrección y no para destrucción.
Hoy, mientras
dura tu peregrinación por esta tierra,
te encuentras bajo un proceso formativo por parte de nuestro Padre Dios. Todo va encaminado hacia dicho propósito. Nada de lo acontecido ha sido por suerte o
por las fuerzas ciegas del destino. A
lo largo de tus acontecimientos y a la luz de la reflexión bíblica has
entendido que tu vida está inmersa bajo el poder y la soberanía de Dios; así
como también bajo su gracia y misericordia.
¡Cómo has aprendido a lo largo de
todo este tiempo! Aquí se cumplen aquellas palabras de la Escritura: “Yo soy Jehová Dios
tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes
seguir.” Isaías 48:17.
SIEMPRE ESTAS EN MANOS DE DIOS.
No temas a las circunstancias presentes. Él sabe todo lo
que va a pasar de aquí en adelante contigo.
No te angusties por el mañana, no te angusties por las próximas horas. Dios
lo sabe y todo está absolutamente bajo su control. Debes tener la plena certeza que lo que sucederá irá encaminado para tu
bien. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados... ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros?”
Romanos 8:28, 31.
Dios está pendiente de ti, al grado tal de darte siempre
la palabra precisa que necesitas para cada momento específico de tu vida. A medida
que reflexiones en su Palabra lo irás comprobando con mayor claridad. No dejes
de hacerlo, no pierdas la sintonía con él, pues necesitas de su instrucción continua.
“Cuídate
de no olvidarte de Jehová tu Dios.” Deuteronomio 8:11. Cuídate de no hacerlo. Reflexiona
continuamente en su Palabra, es necesario que lo hagas para que no pierdas la noción
de su realidad eterna y activa en todos los días de tu vida. Cuídate de no olvidarte de Dios, pues él
jamás te ha olvidado y jamás te olvidará. “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de
compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré
de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí
están siempre tus muros.” Isaías
49:15-16.
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