Por medio de
las diversas circunstancias vividas recientemente descubriste tu incapacidad
para enfrentarlas con tus fuerzas y recursos; entendiste que solo Dios te puede
ayudar... ¡Nadie más!
Puedes decir
ahora con absoluta confianza: “Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”
(Salmo 121:1-2).
Por lo tanto...
No le temas a
las amenazas que en todo momento te acosan y desesperan. Dios te ha prometido
que él se encargará de tus angustiadores; ellos están bajo su control aunque no
se percaten. Dios te ha prometido que ninguna “autoridad” terrenal podrá
doblegarte ni hundirte. ¡No temas! ¡No
te angusties! Dios demostrará quien es y de lo que es capaz de hacer.
Lee la
siguiente historia tomada de la Palabra de Dios (Versión lenguaje sencillo) y responde las preguntas que a continuación
encontrarás:
“Cuando el rey Ezequías escuchó el
mensaje de Senaquerib, se puso muy triste, y para mostrarlo se rompió la ropa,
se puso ropa áspera y se fue al templo. Luego les pidió a Eliaquim, a Sebná y a
los sacerdotes más ancianos que fueran a ver al profeta Isaías hijo de Amós.
Como ya se ha dicho, Eliaquim era el encargado del palacio, y Sebná era
secretario del rey. Todos ellos fueron vestidos con ropa áspera para mostrar su
tristeza, y le dijeron al profeta: —El rey Ezequías dice que hoy es un día de
luto, de castigo y de vergüenza. Ya hemos perdido las fuerzas; estamos
completamente desanimados. Ojalá que Dios haya escuchado los insultos que el
oficial de Senaquerib lanzó en contra del Dios de Israel, y que lo castigue.
Pídele a Dios que ayude a los israelitas que aún quedan con vida.
Isaías les respondió: —Denle al rey
este mensaje de parte de Dios: “No tengas miedo de los insultos de ese soldado.
Yo haré que el rey Senaquerib reciba una mala noticia que lo obligue a regresar
a su país, y allí lo matarán”. El oficial asirio se enteró de que Senaquerib,
su rey, se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén y
encontró a Senaquerib luchando contra Libná. Allí Senaquerib supo que el rey
Tirhaca de Etiopía había salido a luchar contra él.
Entonces le mandó de nuevo un mensaje a
Ezequías: «Ezequías, rey de Judá: Tú confías en tu Dios, pero no te dejes
engañar por él cuando te dice que yo no conquistaré Jerusalén. Como bien sabes,
los reyes de Asiria han destruido por completo a cuanto país quisieron. ¡No
creas que tú te vas a salvar! Cuando mis antepasados destruyeron a países como
Gozán, Harán, Résef, y a la gente de Bet-edén que vivían en Telasar, ni sus
dioses pudieron salvarlos. Ni tampoco pudieron los reyes de Hamat, Arpad,
Sefarvaim, Ivá y Hená».
Ezequías tomó la carta y la leyó. Luego
fue al templo, extendió la carta delante de Dios y oró diciendo: «Dios de
Israel, tú tienes tu trono sobre los querubines. Tú eres el único Dios de todos
los reinos de la tierra; tú eres el creador del cielo y de la tierra. ¡Préstanos
atención! Mira lo que nos está sucediendo. Escucha lo que dijo Senaquerib para
ofenderte a ti, el Dios de la vida. Es verdad que los reyes de Asiria han
destruido a los países y sus territorios, y que han echado a sus dioses al
fuego. Pero en realidad esos no eran dioses, sino imágenes de madera y de
piedra hechas por manos humanas, y por eso fueron destruidas. Dios nuestro, te
rogamos que nos salves del poder de los asirios, para que todas las naciones de
la tierra sepan que tú eres el único Dios».
Después Isaías le mandó este mensaje a
Ezequías: «Nuestro Dios, el Dios de Israel, ha escuchado tu oración. Esto es lo
que Dios dice de Senaquerib: “A ti, Senaquerib, Jerusalén te desprecia; los
israelitas se burlan de ti a tus espaldas. ¿A quién insultaste y ofendiste? ¡Me
ofendiste a mí, al Dios santo de Israel! Tú mensaje es un grave insulto para mí.
”Tú presumes de tener muchos carros de combate y de haber subido con ellos a
las más altas montañas del Líbano. Tú presumes de haber derribado los cedros y
los pinos más altos y hermosos. Dices que has llegado a los lugares más lejanos
y a los bosques más tupidos. Tu orgullo es haber hecho pozos y haber bebido el
agua de otros países. Presumes de que a tu paso los ríos de Egipto se quedaron
secos. ”¿Pero acaso no sabes, Senaquerib, que fui yo quien te permitió hacerlo?
Desde los tiempos antiguos he planeado lo que ahora sucede. Por eso destruyes
ciudades fortificadas y las transformas en un montón de escombros. Por eso
dejas sin fuerza a sus habitantes; y los confundes y llenas de miedo. ¡Y se han
vuelto como la hierba del campo, como el pasto verde; como la hierba de los
tejados que se seca antes de crecer! ”Senaquerib, yo sé todo lo que haces; sé a
dónde vas y de dónde vienes. Y sé que te enojaste contra mí. ¡Te enfureciste y
te llenaste de orgullo! Pero voy a ponerte un gancho en la nariz, como se les
pone a los bueyes, y un freno en la boca, como se les pone a los caballos; ¡voy
a hacerte regresar por el camino por donde viniste!”»
Después Isaías continuó diciéndole a
Ezequías: «Voy a darte una señal que te hará saber lo que va a pasar: Este año
y el próximo, lo único que el pueblo comerá será el trigo que crece por sí
solo. Pero en el tercer año ya podrán sembrar y cosechar, plantar viñedos y
comer las uvas. »Los habitantes de Judá que aún queden con vida serán como
árboles bien firmes que producen mucho fruto. Porque no todos en Jerusalén
morirán de hambre, sino que un pequeño grupo quedará con vida. Dios hará esto
porque los ama mucho. »Dios quiere que sepas que Senaquerib no entrará a
Jerusalén. No disparará ni una sola flecha; no la atacará ni construirá
plataformas para subir por sus murallas, tendrá que regresar por donde vino.
Dios ha dado su palabra. Dios protegerá esta ciudad, por amor a sí mismo, y por
amor a David, quien le fue fiel en todo».
Esa noche, el ángel de Dios fue y mató
a ciento ochenta y cinco mil soldados del ejército asirio, y a la mañana
siguiente el campo estaba lleno de muertos. Entonces Senaquerib regresó a su
país y se quedó en la ciudad de Nínive. Pero un día, mientras Senaquerib estaba
adorando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer fueron y
lo mataron, y luego escaparon a la región de Ararat. En su lugar reinó su hijo
Esarhadón.”
Isaías 37
¿Cuál fue la reacción
del rey Ezequías ante la amenaza de Senaquerib?... ¿Hacia dónde se fueron las personas a
quienes envió?... ¿Qué palabras le
dirigieron al profeta Isaías?
¿Qué respuesta
le da Dios a Isaías para el rey Ezequías?
¿Qué nuevo
mensaje le envía Senaquerib al rey Ezequías?... ¿Qué palabras de desánimo recibe?
¿Qué hace el
Rey Ezequías con la carta que Senaquerib le envió?
¿Qué aspectos
de la oración de Ezequías llama tu atención?... ¿Por qué?
¿Qué mensaje
recibe el Rey Ezequías después de su oración?
¿Qué palabras
le envía Dios a Senaquerib?
¿Qué señal
promete Dios enviarle a Ezequías?
¿Qué hizo el ángel
contra los soldados asirios?
¿Cómo termina
la vida de Senaquerib?
¿Cómo aplicas a
tu vida cada una de las preguntas anteriores?
¡Créele
a Dios!
Descansa
en sus fieles promesas.
Descansa
en su poder sobrenatural.
Descansa
en su soberanía.
Descansa
en su gracia.
Descansa
en su misericordia.
¡Pronto
verás lo prometido!
Dale gracias a
Dios por la nueva oportunidad que ha querido concederte.
Dale gracias a
Dios porque te permitirá ser testigo de su poder ilimitado.
Dale gracias a
Dios porque te defenderá de todos aquellos que tu mal buscan.
“Yo ampararé esta ciudad para salvarla”
Isaías 37:5
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José Alfredo Liévano.
PENSEMOS EN DIOS
@JAlfredoLievano
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