Así como la
tierra, para ser sembrada necesita ser limpia de toda interferencia, de igual
manera debe serlo nuestro interior. La Palabra de Dios es como una semilla que
no debe encontrar estorbos para su fructificación. Es necesario ser “buena
tierra”...
“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y
entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por
uno”.
Mateo 13:23.
Necesitamos que
la Palabra de Dios quede impregnada en lo más profundo de nuestro ser y que sus
efectos revitalizadores se hagan realidad; por
lo que es necesario renunciar a todo pensamiento y hábito pecaminoso que lo impida.
“Por lo cual, desechando toda
inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra
implantada, la cual puede salvar vuestras almas”
Santiago 1:21.
Efectos revitalizadores de la
Palabra de Dios.
Experiencia
interna de la presencia viva de Dios.
Convicciones
firmes en sus enseñanzas y promesas.
Coherencia espontánea
de vida cristiana.
Deseo intenso
de difundir su mensaje.
Discernimiento espiritual
de los acontecimientos terrenales.
Esperanza de
vida eterna.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que
toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón”
Hebreos 4:12
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José Alfredo Liévano.
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PENSEMOS
EN DIOS
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