Para hablar de
ETERNIDAD es necesario hablar de Dios. No hay eternidad sin Dios, ni Dios sin
eternidad; se trata de una realidad espiritual eterna que no depende de las
leyes del tiempo, del espacio ni de la materia. ¡Es antes de todo! “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y
el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” Salmo 90:2. Dios es
eterno, es anterior a toda realidad física, de la cual es su causa creadora. “Desde el principio tú fundaste la tierra, y los
cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos
ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán
mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán” Salmo 102:25-27.
La dimensión espacio-temporal es sólo un
“milimétrico paréntesis” dentro de su eternidad inmutable.
John MacArthur
escribe: “La naturaleza de Dios no tiene principio ni fin, está
exenta de toda sucesión de tiempo y contiene en sí misma la causa del tiempo”. En Dios no hay tiempo; él es un eterno presente que existe
en sí mismo, no necesita de una causa primera que lo origine. Él siempre es... “Yo soy el que
soy” Éxodo 3:14.
Eres diseño eterno de Dios.
En el plano de la
eternidad, Dios te escogió desde antes de la creación del mundo para darte la
VIDA ETERNA por medio de Jesucristo. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de su voluntad” Efesios 1:3-5. No hay otro medio para alcanzarla. “Yo soy el camino, la verdad y la VIDA; nadie viene al
Padre si no es por mí” Juan 14:6. Al permanecer en unión con Jesucristo, vives en unión
con Dios. “Yo y el Padre, uno somos” Juan 10:30... Vives para
siempre con Dios. “Porque contigo está el manantial de la
vida; en tu luz veremos la luz” Salmo
39:6.
Eternidad es...
Creerle a Dios.
Vale la pena creerle
a Dios y esperar en él durante este corto y duro peregrinaje hacia la inmortalidad.
Vale la pena creerle
a Dios y renunciar a todo estorbo que nos impida avanzar.
Vale la pena creerle
a Dios, enfrentar adversidades diversas y toda clase de limitaciones.
Vale la pena creerle
a Dios dándolo todo para difundir el mensaje del evangelio.
“Por
la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo
traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado
a Dios. Pero sin fe es imposible agradar
a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”
Hebreos 11:5-6.
“Por
la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de
recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en
tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma
promesa; porque esperaba la ciudad que
tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Hebreos 11:8-10
“Conforme
a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino
mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque
los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si
hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían
tiempo de volver. Pero anhelaban una
mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios
de ellos; porque les ha preparado una ciudad”
Hebreos 11:13-16
“Por
la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,
escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los
deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de
Cristo que los tesoros de los egipcios; porque
tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo
la ira del rey; porque se sostuvo como
viendo al Invisible”
Hebreos 11:24-27
Eternidad es...
Vivir más allá de las fronteras del universo.
¡No le temas a la
muerte! Tu vida sobre la tierra no es más que un tránsito hacia la vida eterna,
hacia donde el tiempo y las limitaciones son inexistentes. Tu esperanza está
más allá de las fronteras del universo; Dios te lo garantiza y te lo confirma
hoy. No lo comprendes, pero así es...
“Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo,
después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme,
fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los
siglos. Amén”
1 Pedro 5:10.
“Después me mostró un río limpio de agua
de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del
Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba
el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las
hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición;
y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y
verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de
luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de
los siglos”
Apocalipsis 22:1-5.
Eternidad es...
Estar para siempre con el Señor.
“Tampoco queremos, hermanos, que
ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros
que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así
también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos
esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta
la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo
con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del
cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos
a los otros con estas palabras.
1 Tesalonicenses 4:13-17.
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